domingo, 31 de agosto de 2008

Los artistas nunca mueren

El torero del arte, al que le gustaba Camarón y el Betis, el que siempre dijo que se le daba mal la suerte de matar porque él creía en la vida y no en la muerte, el que hacía una buena faena por veinte malas, el que salía abucheado por la puerta de atrás y al día siguiente abría la puerta grande, el torero nombrado académico de Bellas Artes, el que sentía como toreaba y toreaba como sentía, el que dibujaba los lances y expresaba arte con un capote, el que detenía el tiempo de la primavera, el que llevaba la esencia del toreo en el alma, el que hacia contener la respiración a miles de personas cuando las musas bajaban a visitarlo vestido de verde y oro, el que dejó huérfano al albero de la Maestranza, el que olía a romero, el arista sublime, Curro.

En tiempos donde perder está premiado, donde el dolor le gana el pulso a lo estético, donde prima la enfermería al arte, donde morir se vende barato y donde se endiosa a quien busca a toda costa precisamente eso, Curro nunca encajaría.


“Gris la tarde y nazareno su terno. Los clarines anunciaron la salida del cuarto, de nombre "Agareno", un toro bonito de hechuras, bajo, de los que suele embestir. Salió Antonio Cobos y el toro fue largo. Curro Romero, el del terno nazareno en la tarde gris, salió a recibir al toro junto a la barrera del tendido cinco. Primero fueron dos verónicas por el pitón izquierdo, luego otra imposible de contar por el derecho y como remate media para fundirla como ejemplo del toreo de capa en su más grandiosa expresión. ¡Que nadie toque al toro!, dijo Romero. Y con el capotito recogido, la figura llena de orgullo torero, fue hacia el toro y otra vez surgió el milagro de unas verónicas de ensueño. Hasta un quite, de nuevo con lances para el recuerdo, ofreció el torero de Camas. Allí acabó la corrida. Por el paseo Colón, Sevilla fue, soñando verónicas...."

jueves, 14 de agosto de 2008

17 años de "locura" por la radio con un futuro incierto

Seguro que habeis oido hablar de La Colifata, la primera emisora del mundo hecha por enfermos mentales. Pues en estos días celebra su 17 aniversario y se enfrenta a un futuro incierto por los planes del gobierno de Buenos Aires para desmantelar el hospital psiquiátrico donde realiza sus emisiones.

El proyecto del gobierno de Mauricio Macri, el alcalde conservador de Buenos Aires, para cerrar el hospital José Tiburcio Borda, en el barrio de Barracas, y crear un complejo de edificios administrativos (que sin duda encarecerá el valor de los terrenos) tiene alterados a los "colifatos", "locos, lunáticos" en lunfardo, el dialecto porteño.

Pero la incertidumbre sobre el futuro no es motivo suficiente para que los "colifatos", en su mayoría internos del Borda, dejen de festejar el cumpleaños de La Colifata, una experiencia nacida en agosto de 1991 de la mano del psicólogo Alfredo Olivera, convencido de que la radio es una estupenda terapia para los enfermos mentales.

Su ejemplo ha cundido y son ya 50 las emisoras "colifatas" salpicadas por el mundo y unas 40 las que emiten microespacios de La Colifata en América Latina, Canadá y España. Bajo el lema "Rompiendo muros", la radio transmite en directo en su propia frecuencia desde el patio del hospital, donde los enfermos se alternan en el micrófono, hablan de las condiciones paupérrimas del hospital, de los temas que les preocupan, recitan, cantan y bailan al ritmo de música clásica, pop, baladas, canciones populares... todo tiene cabida en esta cadena de "locos".

El objetivo, según Olivera, es "crear un espacio de dignidad para un colectivo de personas que sistemáticamente ha sido acallado". Para el director de La Colifata, los planes de Macri persiguen "en realidad sacar a los que siempre molestan, que son los locos, porque nos hemos dado cuenta de que en este lugar, a diez minutos del microcentro, se puede hacer un emprendimiento ligado a un negocio inmobiliario sumamente importante".

"Si el gobierno quiere hacer algo acá se va a confundir. No permitamos que lo haga", proclama un "colifato" en antena. Mientras sus compañeros critican los planes del gobierno porteño, "Pajarito" disfruta de la fiesta organizada por el 17 aniversario de la emisora. "Libre, como el sol cuando amanece yo soy libre...", grita al son del popular tema de Nino Bravo al tiempo que corretea por el patio del Borda con los brazos extendidos, como si volara. "Quiero ser productor de televisión, me parezco a un conductor de un programa y puedo hacer reportes en rima: la miro a los ojos y me encantan sus labios rojos", y vuelve a bailar Sergio Ariel del Yeso, "Pajarito", al ritmo de Manu Chao, viejo amigo de los "colifatos".

Hugo Norberto López
, de 74 años, no baila. Es una de las "estrellas" de la radio y prefiere los poemas de Neruda para cubrir su espacio en La Colifata. Hugo estuvo internado porque, dice, "enloqueció por la pobreza", y ahora asiste a terapia familiar como externo y confiesa que su "delirio" no es otro que "estar acá, en La Colifata", donde participa desde hace ocho años. La radio "me sirvió para salir del laberinto, del oscurecimiento en el que uno está metido cuando le agarra una enfermedad mental", recuerda. La locura, explica, "es perder el equilibro para moverse dentro de una sociedad llamada cuerda, que nada tiene de cuerda, uno pierde el equilibrio y no se puede defender ya". "Todos somos colifatos en el momento en que atravesamos las barreras. La Colifata convenció al mundo de que el loco no es peligroso, no miente, es sabio", asegura.

También para Fernando Ferreri, ex interno del Borda, la emisora fue un instrumento para tumbar barreras y una "manera de conectarse al mundo". "Uno puede estar de alta, pero para la sociedad nunca dejas de estar loco", se lamenta Fernando, que reconoce que una frontera invisible impide a cientos de internos cruzar el patio para participar en la radio, aunque "muchos la escuchan dentro".

El padre de Leonardo lleva siete años en el hospital y no ha logrado cruzar esa barrera invisible y sumarse al proyecto "colifato". A Leonardo, el "Polaquito", que con 21 años es uno de los internos más jóvenes, el Borda le ha permitido retomar sus lazos familiares y dejar la vida en la calle. "Me gusta la gente, el trato, me encanta hacer radio, tocar la guitarra, el piano...", apunta, y siente que La Colifata es "terapéutica, te ayuda en el sentido emocional", aunque ahora se ilusiona pensando en salir del hospital. "¿Cómo se ve el mundo desde afuera?", le preguntan al "colifato" Luisito. "Está bien, bárbaro", responde.