jueves, 17 de noviembre de 2011

Recuerdos en tinta azul

Hoy, buscando en el altillo del armario un jersey, he encontrado una antigua caja llena de recuerdos. En ella se acumula material de oficina que lleva ya 12 años reservando la visita imprevista que esta tarde ha tenido lugar. Cada día que ha pasado en estos años el interés de su recuerdo ha ido aumentando.


Entre todo el material se encontraba un bolígrafo Bic cansado hasta el agotamiento de su sangre de color azul. Con él realicé mi primer examen en la facultad y en parte, gracias a su baile con el papel, siempre midiendo el tempo entre mis dedos, a él le debo aquella primera nota de mi expediente universitario.


Tuve suerte, siempre que se entienda ésta como el reflejo de mi esfuerzo. Creo recordar que fue un 8 y con él se dinamitó todo el miedo o nerviosismo que hasta entonces albergaba mi escasa conciencia adulta.


Hoy ese boli me ha retrotraído a mi juventud, a aquel cuarto viejo de residencia. A aquellas comidas insufribles. A aquellas noches de estudios forzados con la luna asomándose al dintel de la clínica Sagrado Corazón tras mi ventana.


En aquellos días ese boli fue testigo de muchos momentos que sin quererlo estaban marcando mi vida. Hoy soy periodista, entonces solo era un muchacho interesado en serlo. Hoy soy adulto, entonces solo era un chaval con ganas de descubrir. Hoy tengo la inmensa suerte de conocer a una familia de amigos a la que quiero y a la que no necesito pedirles reciprocidad porque con lo primero ya soy feliz.


Con ese boli un chaval recién conocido escribió de broma y con tintes de verdad en mi inmaculada carpeta: “a Jose Juan, el primer gaditano que me cae bien”. Aquel boli fue testigo de muchas cosas y aunque su vida líquida se agotara, reservé su féretro para que siempre pudiera recordarme que un día tuve miedos académicos que superé. Que un día llegué solo y siendo un niño a una gran ciudad, y que gracias a los momentos que con él compartí salí de ella siendo un hombre repleto de amistades.

Algún día escribiré sobre aquel chaval de pelo amarillo que plasmó su dedicatoria en mi carpeta. Ha sido el único que ha pintado algo en una carpeta mía y esas cosas marcan. Hoy pinta mucho en mi vida.



miércoles, 2 de noviembre de 2011

Difuntos

Hoy mi mente no ha parado de repetir sus nombres. Paco, Irene, Juan, Bermúdez y Encarna. Son los míos, mis difuntos. Esos que en mayor o menor proporción han contribuido a mis defectos y mis virtudes. No he ido al cementerio, prefiero hacerlo otros días.


Hay días que necesito hablar con ellos. Hay veces que me escapo al cementerio sin que nadie lo sepa y vuelvo al sitio donde sé que descansan. Me libera pensar que ellos siguen mis pasos y que apoyan mis decisiones. Me ayuda saber que en aquel lugar, aunque no sea así, pueden escucharme mejor.

Hay veces que daría todo lo que tuviese por tenerlos conmigo solo un minuto. La vida me ha premiado con personas magníficas a mi lado, pero aún hay veces que los necesito. Hoy es un día más, aunque esta sociedad instrumentalizada se empecine en asignar como día del recuerdo a la jornada de hoy.

Yo creo que han sido tan grandes que no ha hecho falta que estén más tiempo con el resto. Darles más tiempo sería abusar. En un visto y no visto han destacado por encima de todos. Les quiero mucho más que antes porque por día que pasa comprendo lo importante que han sido en mi vida.

Ojalá sea verdad que existe otro mundo y pueda verlos de nuevo. Solo por eso valdrá la pena vivir todos estos años con su ausencia física, nunca sentimental.

Les he querido mucho y seguiré haciéndolo hasta al final de mis días, porque así murieron ellos, queriéndome.