miércoles, 21 de octubre de 2009

A la vejez

Mañana me volverán a enseñar a hablar. Y no es que Dori, Cipri, Isabel y Sebastián no lo hicieran en su día. Ellos lo hicieron de maravilla, ayudados de un libro magnifico como el Micho, entre juegos, lápices de colores y alguna que otra travesura.

Hoy he visitado de nuevo al otorrinolaringologo y me ha dicho que tras mi tratamiento (a base de corticoides y de un dificil ayuno de sociabilidad a base de silencios y gestos) mi cuerda vocal izquierda se ha restablecido, aunque eso sí, el pequeño nódulo sigue ahí y eso está provocando un pólipo en la otra cuerda. De momento no hay que operar, pero sí correguir y por ello mañana empiezo mis sesiones de logopedia.

En resumen Nieves, mi nueva maestra, tiene que ayudarme a subir un poco el tono de mi voz para que mis cuerdas vocales no sufran. Estoy nervioso, de pequeño no era conciente de lo que hacía y aprendía más por espejismo social que por voluntad propia, pero ahora todo es diferente. Tengo que aprender a hablar de nuevo y por supuesto tengo que mejorar mi proyección de la voz de cara a mi trabajo. Espero ser buen alumno.

jueves, 15 de octubre de 2009

Sueños

El mundo se detiene y durante un instante todas las personas ven imágenes de su futuro. Este es en esencia el guión de una serie americana que está haciendo furor también en España. En la serie hay personajes que dicen que no han visto nada y eso me ha hecho pensar, pues salvando las distancias, yo nunca sueño. O mejor dicho, no recuerdo lo que sueño (porque según los expertos siempre soñamos aunque no lo recordemos).

Hay veces que me gustaría recordar mis sueños, pero hay otras que pienso que mejor no conocer otra realidad que la realmente vivida. ¿Será que moriré dentro de poco como los protagonistas de la serie que no recuerdan nada? o ¿será que vivo tan intensamente que no necesito soñar?.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Rutina

El día ha acabado aunque todos sepamos que el tiempo no para. Yo doy por concluido este martes y 13 que ha tenido poca historia práctica pero que me ha hecho pensar.

Ha sido de esos días en los que uno parece abstraerse y ve el mundo que le rodea con cierto distanciamiento y apreciando las pequeñas cosas que el día a día hace que parezcan rutinarias.

Me levanté temprano, fui a la redacción, de allí salimos a grabar un reportaje, luego volvimos, ya eran las tres y bajé a comer de nuevo en el mismo bar que está frente al trabajo. Luego subí y minuté, pensé y guionicé el texto, y cuando todo estaba acabado volví a casa tarde. Ya había anochecido, el cielo estaba oscuro, pero yo venía contento. Mi coche está bizco, solo tiene una de las luces delanteras, pero eso se arregla e imagino que será barato ¿no?...

Mañana volveré al mismo sitio para editar el vídeo y no será martes, ni será día 13, simplemente nos quedará un día menos de vida, o quizás hayamos vivido un día más. Si mañana me animo os lo cuento.

jueves, 8 de octubre de 2009

Sin palabras

Estar callado es diferente. Llevo 5 días experimentando esta sensación nueva y emocionalmente dura. Soy periodista y necesito comunicar. Ver el mundo sin poder participar en él me ha hecho reflexionar hasta qué punto son necesarias las palabras.

A veces he intentado romper el silenio con una palabra, una simple palabra, pero todo quedaba en un deseo volatil. Mi conciencia ha trabajado esta semana más rápida que de costumbre y mis pensamientos fluían a una velocidad que casi ni yo podía soportar.

Desde pequeño tuve claro que quería ser periodista, y que quería ganarme la vida haciendo lo que hacían esos hombres que me hablaban al otro lado de la vieja radio que solía escuchar. Sus voces eran el nexo que condicionaba mi futuro. Hoy, pasados los años me encuentro mal, sin rumbo fijo, haciéndome preguntas que nunca imaginé que me llegaría a hacer: ¿se me curará la voz?, ¿por qué la tengo siempre ronca?, ¿me tendré que operar?, ¿me cambiará el timbre?...

Dicen que lo verdaderamente especial de las personas es su mirada y aquello que demuestran de forma inconsciente. Pero os puedo asegurar que las palabras son más importantes. A través de ellas podemos construir un nuevo universo, no hay nada que se les resista y yo espero dentro de poco poder pronunciarlas muy fuertes, sin temor a que mi voz falle...

He disfrutado la suerte de poder hablar con normalidad durante muchos años, cosa que hasta ahora nunca había valorado como se merece, y si Dios quiere aún me quedan muchos años más.