martes, 5 de octubre de 2010

Seducción

Alguna vez he escuchado que Sevilla es la luminaria del valle del Guadalquivir, una permanente seducción en cada esquina. Hay veces que creo que la literatura adorna las cosas y los casos, pero en esta ocasión debo decir que es verdad.

Ayer estuve grabando un reportaje en la Catedral de Sevilla, y no fui consciente de lo verdaderamente apasionante de aquello hasta que hoy he tenido que escribir el guión. La Catedral es un ejemplo de seducción sevillana. Con su patio lleno de naranjos, con sus pórticos de piedra, con sus cúpulas, sus vidrieras, linternas, bóvedas, capillas, campanas. Impresiona mirar a la Giralda desde el patio de los naranjos, al igual que impresiona escuchar el órgano catedralicio en mitad de una misa en latín.

Encanto, magia... algo diferente se siente cuando sabes que estás cobijado bajo sillares del siglo XV, y junto a tus pasos se encuentra el mausoleo de Cristóbal Colón. Que por mucho que levantes la cabeza siempre verás al Giraldillo pequeño aún midiendo 7 metros y pesando más de 1.300 kilos.

¿Cómo pudieron hacer aquello en el año 1401?, ¿quién imaginó esa impresionante planta?, ¿quién pensó en aquellas indescriptibles proporciones?. Y luego resulta que hay gente que aún viviendo a su lado no han entrado nunca. Lejos de creencias y de religiones, se trata de un espacio que tiene alma, que te envuelve en una atmósfera diferente.

¿Cómo no enamorarme de tí, Sevilla?