lunes, 12 de noviembre de 2012

Bienvenido

 
Ha llegado justo cuando suele hacerlo siempre, y sin embargo ha sorprendido justo como siempre suele hacerlo. No ha sido necesario que nadie mencionara su nombre y el mío de forma continua y justo a la inversa, ni que estampáramos un beso en cada mejilla, como suele ser habitual en estos rincones.
 
No ha sido necesario nada de eso para recibir al viejo conocido. Lo demandaban los jerseys, las estufas, las castañas y las botas. Lo demandaban los cafés, el anís y los polvorones. Lo demandaba una vida que es vida porque la conocemos y no por mucho más.
Resoplos de vaho mañaneros son sus símbolos de presencia, olor a humedad en las calles recién levantadas, pálidos nudillos y ganas de pedir té caliente por dos motivos, las manos primero.
Ha llegado cuando siempre lo hace anunciando que otro año más se nos va mientras tratamos de sobrevivir. Ha llegado para decirnos que por mal que vayan las cosas al final todo es igual, todo es cíclico y no hay verano que 100 años dure ni mal que no termine.
Llegó el que tersa la piel, el que escalofría el cuerpo, el que nos hace añorar la sencillez de una manta y cinco minutos más de sueño.
A 49 días de que el año caduque ha llegado el frío.