jueves, 27 de septiembre de 2012

Distancias vitales

La lluvia resbala tranquila por los cristales. Es como un llanto de olor a tierra húmeda que te transporta a otros mundos deseados. Cierro los ojos y recuerdo nuestro último encuentro, ese beso robado que tantos días llevo saboreando con el desconcierto que generan las cosas lejanas. Ojalá estuvieses cerca, ojalá hubiese podido estrecharte entre los brazos en estas últimas horas de agonía y malas noticias.
 
Son lazos, sentimientos, atracciones sin necesidad de explicación. Sigo necesitando vivir con esos recuerdos por culpa de la distancia. Un veneno que separa y une a partes iguales. Te necesito y siempre te espero. Estamos juntos en esto y en todo lo que desees porque yo deseo estar contigo.
 
Descuento las horas que quedan para poder desahogar mi vida en tu pecho, entre tus brazos. A todo esto me recuerda la lluvia nocturna y otoñal que resbala por los cristales.
 

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Tratamiento

El placer de escuchar carnaval de madrugada. Saber que cada nota desgarra el aire tranquilo de la noche. Saborearlo como el sorbo de cualquier botella polvorienta. Descubrir matices que jamás percibí. Revalorar mi pasión. Recordar aquellos tiempos de cintas, de grabaciones, de ensayos, de radio y de abuelos que guiaban sin saberlo mis pasos hacia un deseo siempre esperado. Indescriptible pero tan cierto como mi vida. No sabría vivir sin escuchar carnaval, y mucho menos en días como hoy en los que la tristeza y el desanimo se apoderan de mis horas.
 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

El valor del cariño

Me ha encantado y por eso se lo pido prestado a mis amigos de Café Blissett.
 
Antes de fútbol, es pelota, antes de ser atletismo, es echar una carrera, y antes de ser ciclismo, es montar en bici.
 
Jugar es algo innato en nosotros, pero el deporte es un descubrimiento que alguien tiene que ayudarnos a hacer obligatoriamente.
 
No podemos descubrir por nosotros mismos, de chicos, toda la majestuosidad que encierra una pelota más allá de observar su inexplicable comportamiento y fantasear con, algún día, golpearla muy fuerte.
 
Debe haber alguien que nos explique toda la filosofía de ese juego, sin prisas, de una forma paciente y cariñosa. Alguien que nos anime, que nos lleve y nos traiga, que nos haga tocar la hierba por primera vez y nos compre lo necesario, y lo totalmente innecesario, que nos dé consejos y nos haga sentir su apoyo incondicional.
 
Muchos recordamos con nostalgia nuestra primera pelota. Aquellos campos con un par de camisetas fingiendo ser postes y la altura de uno como único larguero. Las pachangas con los amigos. El primer gol. Pedirse ser tal o cual jugador. Soñar con jugadas imposibles…
 
Después nos hacemos mayores y descartamos nuestra bici carcomida por el óxido y dejamos deshincharse nuestro balón debajo de la cama. Dejamos de jugar y buscamos la felicidad en otras cosas y otras personas.
 
Olvidamos que un día alguien se esforzó por hacernos realmente felices…
 
Gracias, abuelos.

Escena: “Bienvenidos a Belleville” de Sylvain Chomet (2003).