miércoles, 19 de septiembre de 2012

El valor del cariño

Me ha encantado y por eso se lo pido prestado a mis amigos de Café Blissett.
 
Antes de fútbol, es pelota, antes de ser atletismo, es echar una carrera, y antes de ser ciclismo, es montar en bici.
 
Jugar es algo innato en nosotros, pero el deporte es un descubrimiento que alguien tiene que ayudarnos a hacer obligatoriamente.
 
No podemos descubrir por nosotros mismos, de chicos, toda la majestuosidad que encierra una pelota más allá de observar su inexplicable comportamiento y fantasear con, algún día, golpearla muy fuerte.
 
Debe haber alguien que nos explique toda la filosofía de ese juego, sin prisas, de una forma paciente y cariñosa. Alguien que nos anime, que nos lleve y nos traiga, que nos haga tocar la hierba por primera vez y nos compre lo necesario, y lo totalmente innecesario, que nos dé consejos y nos haga sentir su apoyo incondicional.
 
Muchos recordamos con nostalgia nuestra primera pelota. Aquellos campos con un par de camisetas fingiendo ser postes y la altura de uno como único larguero. Las pachangas con los amigos. El primer gol. Pedirse ser tal o cual jugador. Soñar con jugadas imposibles…
 
Después nos hacemos mayores y descartamos nuestra bici carcomida por el óxido y dejamos deshincharse nuestro balón debajo de la cama. Dejamos de jugar y buscamos la felicidad en otras cosas y otras personas.
 
Olvidamos que un día alguien se esforzó por hacernos realmente felices…
 
Gracias, abuelos.

Escena: “Bienvenidos a Belleville” de Sylvain Chomet (2003).

No hay comentarios: