lunes, 20 de diciembre de 2010

Coro de navidad

Viajaba cansado por la autopista de la realidad, esa que me devuelve al hábito después de los fines de semana deseados. Agotado y sólo imaginaba la rutina sin esos pequeños guiños de ilusión que provocan las cosas comunes. Un año más acababa la navidad, aunque ésta aún no había empezado. Un año más despedíamos los acordes de guitarra hasta que por otoño las hojas de la melancolía vuelvan a hacerlos sonar más fuertes. En mi cabeza ronda la idea desde hace mucho de dejarlo. El tiempo ya no corre igual en mi reloj y las manecillas se han empeñado en hacerme comprender que la vida no siempre viaja al mismo ritmo. Como si una especie de arritmia social agobiara ciertas etapas de mi vida. Me compensan las risas, los buenos momentos y la amistad, por encima de todo, pero el precio a pagar no es calderilla. Me mata hacer 150 kilómetros para ensayar, y me cansa en exceso trabajar un lunes tras haber dormido 5 horas.

Eso sí, jamás renunciaré a reír con ellos. Llegaron a mi vida cuando ésta pendía de un hilo de mi pueblo. Gracias a ellos ese hilo nunca terminó de romperse. Ahora son ellos. Volver al pueblo es para verlos, es para tomar algo juntos, es para reír, y a veces, pocas veces afortunadamente, para llorar.

No tendría palabras para describirlos. Todos ellos, los de siempre y los nuevos, los que cantan conmigo desde hace años, y los que lo han hecho estas navidades por primera vez. Todos son geniales. Nunca nadie imitará mejor a una mujer en una carnicería que Manolo. Nunca nadie podrá ilusionarse más que Eva al recibir un regalo. Nunca nadie tendrá el corazón de Julio. Nunca me podrá saber mejor un bocadillo como el de tortilla de Yoli. Nunca nadie tendrá tantas ganas de vivir como Nono. Nunca nadie tendrá una sonrisa tan limpia como la de Manolito. Y nunca nadie será por diferentes motivos como lo son cada uno de ellos. María Bocanegra, Eva de Madrid, Jennifer, Rosita, Eva la madre, la rubia y Dani completan la terna.

Sin ellos, un mucho de mi no hubiese tenido sentido en estos últimos meses. Pero lo mejor es que sin ellos un mucho de mi no hubiese tenido sentido en los últimos años de mi vida.

Pensando y recordando llegué al destino de mi viaje. Me puse el pijama y me acosté junto a la silueta de mujer más bonita que conozco. Me besó con cariño y contándole cómo había sido el día nos volvimos a dormir juntos.

Gracias por hacerme partícipe de vuestras vidas. Gracias por ser como sois.

Espero que cuando llegue el otoño de la melancolía mis pensamientos revienten la idea de dejarlo y vuelva a escuchar los acordes de un nuevo año. Aunque si persiste la idea, no vais a libraros de mi tan fácil.

Os quiero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tu sabes que no. Te quedan unos meses de reflexion, pero por lo menos yo no te dejare ir tan facil, eso vete planteandotelo pero ya. Asi que, deja que pasen los meses y con ellos ese pensamiento y ya veras como el año que viene si Dios quiere, todo va a ser un poco mas facil.
Besos.
Commo siempre escribo en anonimo, hoy me doy por aludido y te pongo mi nobre melena mierda.

Julio.