lunes, 17 de marzo de 2008

Domingo de Ramos

El olor del azahar se cristalizó en un Domingo de Ramos que siempre recordaré por muchos motivos. Prefiero obviar los tristes y solo os hablaré de los alegres.

El agua caía sobre mí, tenía el sueño propio de quien despierta a las 8 de la mañana, pero pronto me situé, cogí el coche y llegué al punto de encuentro. Me siguieron a una distancia prudencial, el cuenta kilómetros marcaba 120, condujimos por algo más de una hora y aparcamos, tras algunas piruetas, en el centro. Un desayuno tardío en la Alameda antecedió a un largo paseo en el que había cinco estaciones penitenciales. Las Penas de San Vicente (no hubo suerte y no pudimos entrar), el Museo (la cola quiso que la suerte se siguiera retrasando), el Santo Entierro (la suerte empezaba a mejorar), el Silencio (de nuevo impresionante), y la guinda de la mañana cuando ya empezaba a apretar el calor, Jesús Despojado.

Tras dos horas de espera y un bocata frío llegó uno de mis momentos más ansiados en cada cuaresma de cada Semana Santa, maniobra difícil, sones claros de Virgen de los Reyes, solo se oye la voz del capataz, Jesús Despojado baila en la plaza de Molviedro. Son las 16:30 y la primera cerveza ayuda a la espera del palio blanco de la Paz. Arfe esquina con Castelar, bonitos recuerdos. Antes, Antonio Santiago se luce con el misterio. Ponemos rumbo a Trajano, allí vemos pasar, entre copa y copa en un bar de legionarios (no es una coña, es tan verídico como los chistes de Paco Gandía), a la Hiniesta. De allí, cuando el reloj ya marca las 19:30 buscamos la Amargura, el palio perfecto. El misterio pasa lento, con rotundidad, empaque, prestancia. El palio arría a nuestros pies. Recuerdo fotográfico. Bonito. Tras comer otros bocatas entre copa y copa y algunas despedidas caminamos hasta la plaza San Pedro, por allí está pasando la Cena, precioso exorno floral del paso de palio. Rápido bajamos por la Alfalfa, en la Cuesta Rosario vemos subir con una majestuosidad primitiva al señor de San Roque. Han caído algunas cervezas más, y las piernas comienzan a desfallecer. La calle Francos nos tenía preparado otro gran momento. Tras ver de nuevo a la Amargura nos pegamos a su faldón trasero y la acompañamos en su discurrir por la calle más estrecha de todo su recorrido. Las bambalinas no se movían, el respiro era contenido, la marcha suave, los borlones rozaban con los balcones, poco a poco, corrigiendo entre susurros, medida exacta, cada ventana es un beso al varal. Luego llega el amor, talla de Juan de Mesa, nada más que decir. Entre apuros llegamos a Santa Ángela de la Cruz. Suena una saeta al señor, llega la virgen, las monjitas le cantan en el silencio de la noche y como si allí no hubiese un sin fin de personas que contienen hasta el aliento para no ser irrespetuosos. La noche termina y un Domingo de Ramos se acaba a las 3 de la mañana. Arranca la semana y yo ya tengo muchas cosas que contar. Empezamos bien.

7 comentarios:

Sr. LEÑA dijo...

Joder...me ha gustado, soy de los que se van a la playa pero me ha gustao.

Antonia dijo...

me ha gustado mucho también. se nota que la vives al cien por cien!!!!

julio dijo...

Viva el domingo de Gramos!

Sr. LEÑA dijo...

Y los gramos en domingo

Carlos Sánchez dijo...

...y los decigramos y los centigramos, y por qué no, los miligramos...

Anónimo dijo...

Buen olor a azahar, estampas dificiles de olvidar, sones de agrupaciones y bandas tocando costalero, amargura, alma de dios,... y como no, una gran compañia, cosa dificil de olvidar. Gracias por ese maravilloso Domingo de Ramos. ENCARNI

Luis dijo...

Muy buena crónica, sí señor. Soy más de Aljarafe, playa o viaje en Semana Santa, pero reconozco, como Juan en su blog, que esta historia desprende algo... no sé que es, pero si a ti te sirve para estar bien, me alegro.
Un abrazo