miércoles, 28 de mayo de 2008

Bigote

Cuentan que hubo un alcalde en mi tierra que era progresista de verdad, uno de esos que miran a los ojos, que no les importa la procedencia de cada cual y que sabe a ciencia cierta que la política se debe basar en la ayuda a los demás. Simplemente en gestionar bien los recursos colectivos, en equilibrar las oportunidades y en intentar hacer la convivencia más fácil. Le decían Bigote, y su madre le puso cuando nació Fermín Salvochea. Fue un rojo en toda regla, en Cádiz su figura está muy heroizada, se cuentan muchas anécdotas que pueden ser verdad o no, pero el misticismo lo llena aún más de embrujo.

Fue el alcalde que salía de noche por las calles de la ciudad y recogía a los necesitados y los metía en el Ayuntamiento, el que pedía mantas a los comerciantes para repartirlas entre los pobres, el que cedía su propia cama a los enfermos. Fue el alcalde de los pobres, y estuvo implicado en los juicios de la Mano Negra. Fundó un periodico, fue condenado a cadena perpétua y encarcelado en Ceuta. Al tiempo se fugó a Marruecos. Siempre revindicó el socialismo utópico. Fue anarquista y ateo pero sin embargo acompañaba todos los días a misa a su madre y la recogía al terminar sin llegar a entrar nunca en el templo. Participó en la revuelta de 1968 y jamás delató a nadie.

En su entierro todo el pueblo Cádiz acompañó a su feretro llorando amargamente. Ese día cuentan que hasta el cielo lloró de pena. El diluvio al parecer fue universal pero ninguna de las 50.000 personas que acudieron se movían del lugar. Su figura cada días que pasa se hace más grande. Está claro que las personas mueren, pero las ideas siempre permanecen.