miércoles, 14 de diciembre de 2011

Acierto

No lo tenía claro. Sabía que la televisión perdía a un buen guionista, redactor o reportero (aplíqueseme el calificativo que se desee), porque bueno es todo aquel que ame su profesión y yo, sin pretender ser petulante, la amo.

La balanza no estaba clara, aunque también me atraía la posibilidad de trabajar para mi tierra de forma directa. Al final tomé la decisión y tras una cuarentena de celo que ha durado ya unos seis meses, he de decir que no me equivoqué.

El cometido no es fácil y las limitaciones con las que hay que pelear en el día a día son importantes, pero hay un grupo humano que suple todas esas barreras y que son la verdadera justificación de mi decisión.

Llegar aquí no hubiese tenido sentido sin este recibimiento, sin esta confianza y sin este entendimiento, y no solo en el ámbito profesional. Como ejemplo de este equipo humano puedo hablar de dos mujeres fundamentales. Una la tengo en el despacho de enfrente, donde siempre se encuentra la referencia, el estandarte, la luz y el camino… y la otra está a mi izquierda, lugar al que tiende el humanismo, el sentimiento y el cariño.

Dos mujeres de pies a cabeza que en menos de lo que tarda en llegar la confianza ya me habían seducido con su trato y su bondad. Dios quiera que nos vaya bien en esta travesía, pero aún naufragando, el viaje siempre tendrá sentido tan solo por conocerlas, tratarlas y sentirlas un poquito mías desde ahora.

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