martes, 3 de noviembre de 2009

Ayala

"Soy un cómico que lleva años esperando a que se baje el telón, pero no termina de bajarse". Con estas palabras, pronunciadas en 2007, Francisco Ayala se refería a su longevidad, que se había convertido, por derecho propio, en todo un capítulo de la historia de la literatura española del siglo XX. Ese metafórico telón del que hablaba el escritor granadino, ha bajado esta misma mañana en Madrid pasadas las 12.

Con Ayala no solo se baja el telón, sino que se acaba la función del 27, de aquellos poetas que soportaron la persecución, el exterminio y el exhilio simplemente por ser valientes y escribir sobre un folio aquello que sentían y aquello a lo que nunca iban a renunciar, la libertad de expresión.

Hoy, con la perspectiva que dan los años, da rabia perder el último cachito de historia viva poética de aquel gran grupo. Entre guerras y compromiso ha transcurrido la vida de Ayala, un granadino de Argentina, Puerto Rico y Estados Unidos que llegó a decir con su innata timidez que estaba cansado de escuchar su nombre.

El Jardín de las Delicias, una obra suya escrita en 1971, foma parte de mi estantería. "Ya el libro está compuesto -dice Ayala en su última hoja- He reunido piezas diversas de ayer mismo y de hace quién sabe cuántos años; las he combinado como los trozos de un espejo roto, y ahora debo contemplarlas en conjunto. Sí; cuando me asomo a ellas, pese a su diversidad me echan en cara una imagen única donde no puedo dejar de reconocerme: es la mía". Y luego se reprocha: "¿Para qué escribo? ... El sarcasmo, la pena negra, la loca esperanza, el amor, la felicidad, otra vez el sarcasmo… ¿no basta con haberlo sufrido? ¿Era sensato preservarlo en un arca de palabras? ¿No es perverso el intento de querer oponerse a la fugacidad de la vida?"

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