lunes, 29 de marzo de 2010

Domingo de Ramos 2010

Hasta las manillas del reloj adelantaron ayer su cansino caminar para tocar cuanto antes la gloria. Las lágrimas del lorenzo derretían las esperas y quemaban los malos presagios climatológicos. El mejor escenario posible estaba reluciente en la plaza de Molviedro cual plató de cine iluminado para la ocasión. Sones añejos de gaitas y boinas daban la bienvenida a Sevilla como todos los años acontece en el umbral de la primavera a Jesús Despojado. La tarde acababa de empezar y las cuentas de los almanaques cofrades desde entonces ya tenían el siguiente lema: “quedan 364 días para el Domingo de Ramos”.

La Paz llegó presurosa a nuestra cita. Cada año la espero en la esquina del Arenal, en esa revirá magnífica que hacen los hombres de Antonio Santiago cuando dejan Arfe y encaran Castelar. Reponemos fuerza y andamos hacia Trajano, el señor de la Hiniesta llega tranquilo, como no queriendo morir. De allí a la Plaza de la Encarnación donde un Palio dorado nos anunciaba que los rayos del sol se despedían de Sevilla hasta la próxima jornada.

La Cena subió la Cuesta del Rosario con la algarabía que le corresponde cada año dejando el camino expedito para La Hiniesta y San Roque, que hacían lo imposible para sortear los balcones de la calle Franco en un baile en el que se dejaban querer pero nunca se ofrecían al completo.

La noche y la Giralda ya aguardaban al Silencio Blanco. La mejor novedad de la Amargura es que nada cambia, todo permanece, todo es perfecto, hasta el frío de la noche.

De camino a casa con los oidos repitiendo aquella melodía de corneta que aún resuena en nuestro interior la Estrella cruzaba el puente para volver a casa. A quien no quiera vivir la Semana Santa le deseo suerte y que se divierta, aunque seguro que será difícil hacerlo más que yo.

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