lunes, 6 de abril de 2009

Arte puro

Me encanta el titular del diario “Se agotó el compás” y lo peor es que es totalmente cierto. Ayer murió la sabiduría del cante, un corazón flamenco de ritmo gaditano, una vida marcada por seis cuerdas, una voz a medio camino entre la alegría y la pena. Esa era la grandeza de Juan Ramírez Sarabia, Chano Lobato, un maestro del compás y de la vida.

Chano fue un cantaor de siempre que nunca buscó ni ansió el reconocimiento. Empezó a tener éxito con la madurez ya asumida y escucharlo interpretando los cantes de Cádiz era una delicia. Su soniquete gracioso y el compás con el que llevaba a cabo las alegrías, los tanguillos o las bulerías de Cádiz siempre perdudará en mis oídos.

Tuve la suerte de verlo, de hablar con él, de decirle que por su culpa me sentía embrujado por el flamenco, y él solo reía con la paciencia de quien ya lo ve todo desde otra perspectiva.

El flamenco hoy se viste de luto porque la voz de Cádiz, Chano Lobato, se fue a la gloria.

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