viernes, 26 de octubre de 2007

A pies descalzos

Hace unos 8 años, cuando aún la gente de mi quinta se enfrentaba día a día a los trenes y autobuses, mis padres me regalaron un coche. Un Seat Ibiza gris plata con el que comenzó una nueva etapa de mi vida. Son muchos los recuerdos que guarda en su interior y son muchas las canciones que ha reproducido su magneto. Se me viene a la mente aquella que sonó hasta la saciedad hace un par de años y de la que Pepa tiene mucho que decir por ser la persona que más sufrió aquella sonora presentación. “Desde la profundidad…”

Que me pierdo. Os intentaba contar que hace escasos días mi coche dejó de funcionar y que amén de los lazos sentimentales que cada cual tiene con sus cosas he reparado en la necesidad de movilidad que existe en nuestro tiempo.

Antes, el tiempo era el mismo pero la forma en que pasaba se hacía diferente. Hoy necesitamos apresurarnos, abrirnos paso entre el calendario sin saber que al final todo se reduce a lo de siempre. ¿Tan necesario es un coche? Pues a pesar de parecer excéntrico, provocador del cambio climático y todas esas cosas banales que a veces se nos achacan a los conductores, Si. Para mi lo es, y os propongo que dejéis el vuestro aparcado durante un par de días, ¿a que se nota?.

1 comentario:

Carnmars dijo...

Uy yo sin el coche no soy nadie, lo siento pero lo necesito al igual que mis piernas, se lo que es estar sin él...

Yo tb tengo muchos recuerdos en un seat ibiza gris!!!

Besicos.